Hace un poco más de 20 años pase por la terrible experiencia de perder dos embarazos. Cuando me casé el que fue mi esposo y yo decidimos no tener hijos hasta que estuviéramos cierta estabilidad económica. Cuando lo logramos comenzó nuestra búsqueda para tener hijos. Pasaron varios años en los que llegamos a perder la esperanza porque nuestro deseo no se materializaba. Luego de varios años intentándolo quedé embarazada en dos ocasiones, pero ambos embarazos los perdí.

El primer embarazo fue de cuatro meses y durante ese tiempo viví una mezcla de alegría y pena. La razón de mi pena era que no me podía disfrutar a plenitud mi nueva etapa porque sufrí todo ese tiempo de una mala barriga terrible, en términos médicos “Hiperémesis”. Tanto así, que durante la primera semana luego de enterarme de que estaba embarazada, perdí 7 libras. De ahí en adelante estuve hospitalizada con sueros para hidratarme. Casi no comía y lo poco que le echaba a mi cuerpo, lo devolvía inmediatamente. Fueron tantos los sueros que me pusieron que mis venas colapsaron y mi médico optó por colocarme una línea central subclavia para alimentarme por vena. Al cabo de los cuatro meses y luego de pasar por tanto, finalmente sufrí un aborto espontáneo.

Luego de esa experiencia sentía dudas si volver a intentarlo, pero todos me decían que lo hiciera. Una amiga en particular, me decía que lo intentara porque no todos los embarazos son iguales. Y tenía razón, el segundo embarazo fue más fuerte pues además de que se volvió a repetir la “Hiperémesis”, tuve otras complicaciones que me dificultaban mucho más el poder comer. Esta etapa duró tres meses, pero esta vez fui enviada a casa con las maquinas que alimentaban mi cuerpo y el servicio de una enfermera que me visitaba a diario para verificar que todo estuviera funcionando bien.

Ese período opté por pasarlo en la casa de mis padres. De esa forma yo estaría acompañada todo el tiempo mientras el que era mi esposo estuviera trabajando. El cuarto que ellos utilizaban para ver televisión se convirtió en habitación de hospital conmigo allí. Mi mamá era quien también cuidaba a mi sobrino que en ese momento tenía 3 años, por lo que él y yo compartíamos el cuarto. De ahí surgió que al día de hoy yo no pueda ver ni oir a Barney. Si, el personaje infantil del dinosaurio… Fueron tantas las veces que tuve que verlo y escucharlo que aún no lo supero, jaja.

Bueno, nuevamente paso lo menos deseado, perdí mi segundo embarazo. Otra frustración, pero ahora si con la firme decisión de que no volvería a intentarlo. Yo sabía que no soportaría otro dolor como ese. A veces oigo sobre mujeres que han tenido múltiples abortos y las admiro, porque no es un proceso fácil de llevar. Las razones de mis abortos nunca fueron identificadas y lamentablemente luego de todo esto, mi matrimonio terminó.

Un tiempo después llegó a mis manos una información que contestó la interrogante que siempre quedó en mí. Las personas con enanismo portamos genes dominantes y cuando en la pareja ambos tienen condiciones de enanismo diferentes, los genes dominantes provocan el que el embarazo no se complete. Por el contrario, si es una pareja donde ambos tienen el mismo tipo de enanismo, si el niño hereda la condición, no tendrá complicaciones. Si en la pareja solo uno de los dos tiene la condición, el niño puede tener enanismo, pero no tendrá complicaciones. En todos los casos existe la probabilidad de que el niño sea de estatura promedio.

Desde muy jovencita siempre estuvo claro en mi mente, si por alguna razón yo no podía tener hijos biológicos, adoptaría. Eso si, yo tenía un requisito inviolable, el niño o niña que adoptara tenía que tener enanismo. Así que comencé un proceso de investigación y orientación para adoptar que me tomo varios años. Esta fue una etapa de mucho aprendizaje y de intensa búsqueda por mi requisito. Varios niños aparecieron en el proceso, pero por diferentes razones la adopción no se dió. Pero Dios es quien tiene el control de nuestras vidas y cuando ya estaba perdiendo la esperanza encontré una página de Internet con la información de una niña llamada Klaudia con enanismo y que estaba lista para adopción. De inmediato me comuniqué con la agencia de adopción y comenzamos el proceso. Dios es tan maravilloso que el proceso duró exactamente lo que dura un embarazo, 9 meses.

La niña era europea y cuando llego el momento, viajé a buscarla en compañía de mi hermana, quien siempre me ha apoyado en todo lo que emprendo. Estuvimos una semana completando documentos legales para mi hija y al cabo de esa semana regresamos a Puerto Rico. Los próximos meses fueron otro proceso de aprendizaje, más para la nena que para mí. Ella llegó a enfrentar otro idioma, otra cultura, nueva familia, nuevos amigos. En los primeros meses Klaudia me llamaba a mí por mi nombre y aunque yo estaba deseosa de que me dijera mamá o mami, eso no ocurría y yo tampoco la quería forzar a hacerlo. Una noche que estaba lloviendo mucho con truenos y relámpagos, ella despertó bien asustada. Todavía ella estaba aprendiendo el idioma, por lo que algunas cosas eran un poco difíciles para explicárselas, así que lo primero que se me ocurrió fue invitarla a ver muñequitos para ver si eso la distraía, pero no funcionó. Entonces me vino otra idea a la mente y saqué su libro de la clase de Ciencias y busqué el capítulo que explicaba sobre el clima y con las láminas le fui mostrando lo que sucedía. Eso la ayudó un poco a calmarse y por último le pedí que rezáramos, luego de eso nos fuimos a dormir.

Al otro día por la mañana, Klaudia se despertó primero que yo y se levantó. Yo me quedé en la cama y a los pocos minutos escucho su voz llamándome desde otro cuarto: “Mamá”!!!… Se imaginarán la combinación de sentimientos que me envolvieron en ese momento, emoción, alegría, orgullo… Yo no sabía cómo reaccionar quería abrazarla y darle las gracias por esa felicidad tan grande, pero a la misma vez entendí que debía de actuar con la mayor naturalidad, tal y como ella lo estaba haciendo. Surgió natural, nadie le dijo que era lo que debía hacer y eso tenía más valor para mí. Desde esa mañana dejé de ser Brenda.

Mas tarde, reflexionando en lo que hizo el cambio en ella, siempre he pensado que el enfrentarse al miedo y darse cuenta de que yo era la persona que estaba ahí para ella en ese momento, la hizo entender que yo siempre estaría a su lado haciendo lo que hacen las madres…