Hace algún tiempo que llevo analizando algo que ha sido una constante a través de mi vida.  Y aunque quizás nunca llegue a entender la razón por la cuál las personas dicen lo que dicen, le he puesto un nombre a la acción.  Estoy totalmente consciente de que el término que he decidido utilizar no existe, pues busqué en el diccionario de la Real Academia Española, en caso de que si existiera y yo lo desconociera; pero no he encontrado un mejor nombre.  ¡Y no solo nombre, también tiene apellido!

¿Alguna vez te han querido cambiar cómo eres?  ¿Quizás, hacen comparaciones sobre ti con algo que es extremadamente opuesto?   Pues yo lo he vivido a menudo, pero a mi juicio, no hace sentido alguno.  Y, acercándonos al final del mes, en el que celebramos el enanismo con orgullo, creo que llegó el momento de compartir lo que pienso con ustedes.

A menudo vemos que se utiliza la frase “pequeño gigante” y cuando veo que es utilizado entre nuestro colectivo de personas con enanismo, me cuesta aún más entenderlo. Nos añade una grandeza excesiva que obviamente no tenemos y algo que es totalmente opuesto a la realidad.  De aquí es que me he inventado yo el término “analogía antónima”, porque se establece una relación entre cosas distintas y que a la vez tienen un significado opuesto.

¿Cuál es la razón por la que se utiliza esa frase?  ¿Por qué nosotros mismos la utilizamos y permitimos que otros también la usen?  Pueden ser muchas las razones, aquí alguna de ellas:

-Para compensar lo que no tenemos de altura, llevándolo al extremo opuesto.

-Quizás se envía un mensaje muy sutil para dejar ver que no aceptamos nuestra condición y que preferiríamos tener una estatura al extremo alta.

-Las personas pueden pensar que nos hacen sentir mejor cuando nos engrandecen.

Cualquiera que sea la respuesta, para mi está claro que el término no me define.  Soy pequeña, bajita, enana, de talla baja o como prefieran decirle, pero no soy gigante.  Cada cosa por su nombre, sin adornos para no tergiversar su verdadero significado.

Y, te pregunto, ¿has escuchado alguna vez que alguien se refiera al “gigante pequeño”?  Pues, la verdad es que yo nunca.  ¿Por qué será?  ¿Te atreverías a contestar?

Por otro lado, también escucho a personas utilizar las frases: “pequeña, pero con corazón grande”, “pequeña, pero con mucho valor” o “él es pequeño, pero con una gran personalidad”, etc., etc.  Y me pregunto, qué tiene que ver el hecho de que tengamos una estatura por debajo del promedio con el tamaño de nuestro corazón, la valentía o la personalidad.  Al decir “pequeña, pero con corazón grande”, asumen que esa persona es de buenos sentimientos; ¿pensarán quizás que dentro de nuestra comunidad no hay personas que puedan tener sentimientos negativos? ¿Será que creen que somos tan diferentes que quizás no teníamos un corazón como los demás?  Somos seres humanos como cualquier otro, por lo que deberían vernos como a cualquier otra persona y no utilizar nuestro tamaño para determinar nuestros sentimientos.  Cuando dicen “pequeña, pero con mucho valor” o “él es pequeño, pero con una gran personalidad”, lo dicen como si eso fuera algo increíble o imposible.  Señores, los seres humanos venimos todos al mundo con ciertas características que son iguales sin importar la estatura.  Alguien que sea más alto no tendrá más valentía o personalidad que el que es más pequeño; como el que es más pequeño no tendrá más valentía o personalidad que el más alto.

He llegado a pensar que las personas al decir ese tipo de frases lo hacen pensando que con esas características están compensando nuestra baja estatura y que creen que nos hacen sentir mejor.

Continúo analizando y me doy cuenta de que nunca he escuchado a nadie invertir alguna de esas frases, por ejemplo: “gigante de corazón pequeño”, “gigante con poco valor” o “gigante de poca personalidad”.  ¿Por qué no?  Si todos somos iguales, no debería haber diferencias entre el trato que se le da a las personas con enanismo o las que tienen gigantismo.  Pero una vez más nos enfrentamos al trato desigual y discriminatorio.  Solo nos queda continuar nuestra lucha para lograr una sociedad empática, receptiva y balanceada.

En resumen, aceptémonos primero nosotros mismos, sin adornos ni etiquetas que intentan disimular, disminuir o engrandecer como somos.  Saquemos valor para demostrar de lo que somos capaces sin necesidad de cambiar o exagerar la realidad y no permitamos que nuestro entorno decida lo que es mejor para nosotros.

Solo aceptando y entendiendo realmente las diferencias lograremos un mundo con equidad y respeto.