Son muchas las experiencias que vivimos a diario todos, pero sin duda las que tocan nuestros corazones de forma positiva son las que guardamos en un espacio especial.
Hace unos días mientras esperaba a que se realizara un trabajo en mi casa, me vi obligada a irme de tiendas (ja, ja); ¡que sacrificio tan grande! En mis planes no estaba comprar nada, pero cuando encuentras una pieza de ropa que te sirve, hay que aprovechar, pues ya saben que para las personas que somos pequeñas no es fácil encontrar ropa. Y ese fue el caso, encontré algo que me gustó pero tenía que probármelo para asegurarme de no tener que volver a devolverlo.
Me dirigí al probador y esperé a que la señora a cargo del área terminara de hablar con otra empleada. Ambas tenían en un tono de voz alto y hablaban amigablemente. Al terminar su conversación, la señora a cargo del probador y darse cuenta de mi presencia exclamó a viva voz «¡Oh Dios mío que hermosa eres!». Demás está decirles que quedé paralizada pues, aunque su halago fue muy lindo, estaba consciente de que si miraba hacia atrás encontraría muchos ojos puestos en mi. Ella continuó diciéndome cosas hermosas y por último me preguntó si podía darme un abrazo, pero antes de que yo lo aceptara ya ella se encontraba arropándome con el más tierno cariño.
Si bien es cierto que a diario tenemos que enfrentar algunas situaciones que hasta nos pueden lastimar, no es menos cierto que estos momentos tan bonitos hacen que olvidemos, aunque sea por un momento, las cosas negativas y nos llevan a pensar que existe mucha gente de buen corazón. ¡Que hermoso sería que todos los seres humanos actuáramos como esa señora!
Para terminarles el cuento, la señora me sorprendió además con su buen servicio como empleada. Tomó las piezas de ropa que yo llevaba para medirme y me ayudó a cargarlas, me acompañó hasta los probadores y escogió el más amplio para que estuviera cómoda. Le agradecí por su ayuda, pero estaba tan aturdida por sus halagos en alta voz, el abrazo y su servicio que, en ese momento no se me ocurrió pedirle su nombre y buscar al gerente de la tienda para hablarle de la experiencia tan positiva que acababa de vivir con ella.
Quizás, no la vuelva a ver otra vez para agradecerle personalmente, tampoco ella sabrá que esos minutos quedarán guardados en ese espacio especial. Pero definitivamente esta experiencia me llenó de alegría y esperanza en este nuevo año que acabamos de comenzar. ¡Feliz año para todos!
