Ha pasado más de un mes desde la última vez que escribí en mi “blog”. Una tardanza no planificada. Una visita indeseada llegó y aunque no se quedó por mucho tiempo, apenas unas horas, dejó unos estragos difíciles de sobrellevar, pero no imposible. El huracán María nos avisó su visita, pero no teníamos idea, porque nunca habíamos vivido un ciclón de su magnitud, de cuanto daño nos dejaría. Perder los servicios de agua potable, internet y el servicio eléctrico por tiempo indefinido, inundaciones, poco acceso a la gasolina y las filas interminables para conseguir agua, hielo y comestibles, son algunas de las situaciones que enfrentamos luego de esta no grata visita.
Son muchos los retos que traen este tipo de situaciones, pero son aún más complicados para las personas con alguna condición que nos limita nuestras actividades diarias. En ocasiones las personas que te rodean y que están acostumbrados a ver como manejas tu diario vivir, no se dan cuenta que en estos momentos los retos se duplican o se triplican para nosotros.
En el complejo de apartamentos donde vivimos mi hija y yo, la piscina quedó inservible para el uso humano por la caída de ramas y basura dentro de ella. Por otro lado, la falta de agua se convirtió en un problema para la utilización de los baños en nuestros hogares. Por lo que el agua de la piscina la comenzamos a utilizar para bajar los inodoros. Algo sencillo para cualquiera, excepto para nosotras. Sabiendo mi hija la limitación que tengo para algunas actividades debido a mi salud, ella se hizo cargo de esta tarea. Imagínense la situación: sumergir un cubo dentro de la piscina para sacarlo lleno de agua, al principio era un poco más fácil porque el nivel de agua en la piscina era mayor, pero según fueron pasando los días el nivel del agua iba bajando y se le hacía más difícil la tarea. La fuerza de ella no es la de una persona de tamaño promedio, por lo que el peso del cubo lleno representaba un esfuerzo mayor. Luego tenía que hacer malabares mientras caminaba con el cubo lleno hasta el apartamento y el cubo casi rozaba el piso (recuerda que no somos altas), el peso la hacía tambalear y el agua se iba perdiendo por el camino. Para guardar agua suficiente, eran varios los viajes que tenía que hacer y al terminar el dolor muscular en los brazos y cuello eran seguros.
En muchas ocasiones tuvo la ayuda de los vecinos que al verla salían a su encuentro para ayudarla. También tuvo la ayuda de mi papá quien, al enterarse del esfuerzo de mi hija, se le ocurrió preparar un carrito con un cajón en el que se ponía el cubo de agua, no teniendo así que cargar el cubo sino empujar el carrito.
Esta experiencia nos acercó a personas que teníamos a nuestro alrededor para conocernos mejor y compartir más. Saco lo mejor de muchos para ayudar al más necesitado. A pesar de todo María nos ayudó a confirmar que en esta y otras situaciones que enfrentamos a través de nuestra vida, somos fuertes y que somos capaces de sobrepasarlas. Algunas con nuestro ingenio y otras con ayuda de los angelitos que Dios pone en nuestro camino.
Esta Maria nos cambio en horas la VIDA! Que bueno saber q a pesar de todo estan bien. Las quiero!!
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Seguimos pa’ lante! Un abrazo!
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