Cuando una pareja recibe la noticia de que van a tener un hijo con alguna displasia ósea, son muchas y variadas las reacciones que pueden tener, sorpresa, incredulidad, desilusión, coraje, etc. A mi juicio se vale sentir cualquiera de ellas porque somos seres humanos y como padres siempre se espera que los hijos vengan a este mundo sin ningún problema de salud. Lo importante de esas reacciones es que se sobrepasen cuando estas sean negativas.
Hace varias semanas tuve la oportunidad de ser invitada a desayunar en un hermoso restaurante con una querida amiga a la que mantendré en el anonimato. Mientras desayunábamos hablamos de nuestras experiencias de vida. Ella como madre de un niño con Acondroplasia y yo como persona que tengo otra displasia ósea y a la vez soy madre de una joven con Acondroplasia.
Durante el intercambio de experiencias ella me contó cómo fue su proceso de asimilar la noticia de que su hijo nacería con enanismo. Como les pasa a muchas personas pasó un período difícil. Ella ya tenía una niña de tres anitos que era su consentida. Durante el embarazo del niño se dio a la tarea de educarse sobre la condición, pero no podía dejar de preguntarse porque le había tocado a ella el tener un hijo así. Una vez nació el niño nacieron también las interrogantes sobre el futuro del chico a medida que se fuera desarrollando. Le preocupaba su salud, como se ajustaría a la sociedad, si podría hacer deportes, si lograría formar una familia y muchas otras más.
Mientras todo esto corría por su mente, ella se distanciaba de su niña. Comenzó a vivir en su propio mundo y el tiempo que ahora debía de ser compartido entre dos criaturas, no estaba bien dividido, a tal punto que un día la niña le reclamó por su ausencia. Esto fue un llamado para entender que tenia que sobrepasar la situación, que debía cuidar y demostrarles su amor a ambos por igual. De ahí se levantó a recuperar el tiempo que le quito a la niña y a la vez luchar por el bienestar de su hijo y de muchos otros niños que tienen alguna displasia ósea en su país.
Pero como les digo, cada persona reacciona diferente ante las situaciones que les pone la vida. Cuando mi mamá recibió la noticia de que yo había nacido con la condición, tomo la noticia con la mayor naturalidad, no tuvo reacciones negativas, solo la alegría de cualquier madre por el nacimiento de un/a hijo/a.
Como dicen: “Cada persona es un mundo” y creo que no somos quienes para juzgar a las personas ante una situación así. Comparo este proceso a un paseo en una montaña rusa. Te montas en ella con la expectativa de que te vas a divertir y comienza el paseo, subes y bajas, al final vas en picada, tocas fondo y llegas a la meta. Se comienza el embarazo con la expectativa de que todo va a salir bien, los sube y baja son las diferentes situaciones que encuentres durante esos nueve meses de gestación. El momento del parto es la caída en picada, se toca fondo al atravesar por las diferentes reacciones y llegas a la meta cuando sobrepasas todas las reacciones negativas y comienzas a entender que todo va a estar bien. Y como ocurre luego de un paseo en una montana rusa, decides volver a montarte o simplemente te quedas con lo vivido en ese primer paseo.