A algunas personas se les olvida que los que tenemos algún tipo de enanismo y que ya somos adultos no nos gusta que nos traten como niños. Somos como cualquier otra persona adulta y como tal nos gusta que nos traten. En ocasiones la gente nos saluda tocándonos en la cabeza como les hacen a los niños o nos llaman con diminutivos.
Como les he dicho en otros escritos, mi estatura es aproximadamente como la de una niña de 5 años y alcancé esta estatura cuando era adolescente. Ya para ese entonces quería ser tratada de acuerdo a mi edad. No me gustaba que me vieran como una niña, por lo que a los 13 años le insistí a mis padres para que me permitieran comenzar a utilizar maquillaje.
Cuando me maquillaba me sentía de más edad y al hacerlo le dejaba ver a los demás que ya no era una niña y con ello conseguía que me dieran el trato que yo quería. Otro truco que comencé a utilizar a mi favor es el uso de carteras. Me gusta utilizar carteras que sean lo suficientemente grandes (que se vean adecuadas para mi) para que las otras personas las noten y se den cuenta de que soy adulta.
El día en que cumplí los 21 años, fui junto a un grupo de primos a una discoteca que en aquel momento estaba de moda, para celebrar mi cumpleaños. Yo sabía que me iban a pedir identificación y eso me llenaba de excitación. Estaba loca porque eso sucediera para poder decir que ya había llegado a la mayoría de edad. Y así fue, cuando llegamos a la puerta de entrada, la persona encargada de pedir los boletos, me detuvo y me pregunto qué edad tenía. Se podrán imagina mi cara de alegría al responderle: “21 años, cumplidos hoy”. Ha sido una de las satisfacciones mas grandes que he sentido, jejeje.
En mi familia inmediata nunca se acostumbró usar apodos para ninguno de nosotros, por lo que en mi casa siempre fui Brenda. En mis años escolares tampoco nadie utilizo apodos o diminutivos conmigo. Durante la mayor parte de mi vida profesional todos me llamaban por mi nombre, pero al llegar al último lugar donde trabajé antes de retirarme, no sé cómo ni por qué, algunos de mis compañeros de trabajo comenzaron a llamarme Brendita. Reconozco que no me encantan los diminutivos, pero los acepto cuando vienen con cariño genuino.
Les voy a hacer otra confesión… Cuando comencé a guiar estaba deseosa de que un policía me detuviera, pero no por haber cometido una infracción, sino porque creyera que quien estaba guiando era una niña. Ese deseo nunca se me hizo realidad, pero prometo escribirlo si aún sucede.