Hace unos días viví una experiencia que me hizo reír, recordar situaciones de mi niñez, pero también reflexionar sobre las conductas del ser humano.
Resulta que desde hace varios meses mi amiga y yo vamos los jueves a un centro de la comunidad a jugar bingo. Por lo regular se reúne un grupo de personas a las que no conocemos bien. Así que siempre tenemos la misma rutina, al llegar nos registramos, pagamos, escogemos nuestros cartones y buscamos donde sentarnos para jugar.
Este centro está muy bien organizado y tiene un comité de voluntarios que trabajan semanalmente en la organización de la actividad. El registro consiste de confirmar la asistencia en una lista y darle nuestros nombres a la señora que está en la entrada. Luego de dos o tres veces de haber ido a jugar la señora se aprendió mi nombre, pero no así el de mi amiga quien siempre tiene que decírselo. Otras personas del comité por diferentes pequeñas razones en las que hemos interactuado también ya saben mi nombre.
El pasado jueves llegamos a nuestro espacio de relajación semanal y la señora de la entrada me saluda por mi nombre, pero a mi amiga, como siempre le preguntó cuál era. Mi amiga me mira y entre indignación y broma le dice: “Cómo es posible que usted sepa el nombre de ella y el mío no si siempre venimos juntas”? Yo me empiezo a reír y la señora se le queda mirando, como buscando en su mente cuál era el nombre para contentarla hasta que mi amiga se lo dice riéndose. Entonces la señora, me imagino que tratando de que mi amiga no se sintiera mal contesta: “Recuerdo el nombre de Brenda, porque es pequeña”.
Nos sentamos a esperar que comenzara el bingo y al cabo de unos minutos se acerca otra de las señoras que juega bingo y me saluda solo a mi dándome un beso. Se imaginan, después que mi amiga estaba calmada, vuelve a suceder, ¡y yo no paraba de reírme!
Al rato me paro para buscar agua y en el camino me encuentro con dos de los varones que trabajan en el comité de organización. Al pasar por el lado de ellos los saludo y uno de ellos me contesta: “Hola Barbara”. Y como saben que soy traviesa, rápido pensé que mi amiga estaba cerca y debía de estar viendo, así que por molestarla a ella decido corregir al señor y le aclaro que mi nombre es Brenda. Sabía que él lo iba a corregir en alta voz (tenia razón, con el tono más alto me pidió disculpas por su error y dijo mi nombre correctamente), una vez me reí. Al regresar a mi silla le comento a mi amiga que lo había hecho a propósito para molestarla a ella y entonces me cuenta que el otro señor, quien siempre va mesa por mesa saludando a todo el mundo, esta vez no se detuvo a saludarla a ella.
Esta situación me llevó a recordar que cuando mi hermana menor y yo éramos niñas mi mamá se vio en la obligación de interceder con amigos y familiares para evitar quizás futuros problemas. Pues resulta que todo el mundo le pedía a mami que me permitiera participar en cuanta actividad se presentara. Por lo que fui florista, paje de anillos y dama en bodas de gente que ni me acuerdo. También desfilé en coronaciones y quinceañeros siendo aún muy niña para eso, todo por mi tamaño.
Llegó el momento en que mami se comenzó a preocupar porque a mi hermanita no la pedían para participar en ese tipo de actividades, y temía que con el tiempo ella se diera cuenta y se sintiera mal y hasta le pudiera afectar pensando que había preferencia por mí, algo que nunca vivimos en casa porque siempre hubo un trato igual para ambas, los mismos premios y los mismos castigos cuando era necesario.
En ocasiones el ser humano sin quererlo tiene conductas que no necesariamente son las mejores y pueden afectar a otros. El pasado jueves luego de todos esos incidentes con mi amiga le comenté que en muchas ocasiones yo preferiría que la gente me recordara como a cualquier otra persona. Tener la “privacidad” (si lo podemos llamar así) que tienen los demás. No me mal entiendan, yo aprecio el cariño, respeto y aceptación de la gente, pero sería mucho más gratificante si fuera por quien soy, no por como soy.
Creo que en ocasiones, algunas personas recuerdan algunos nombres más que otros por algo distintivo de esas personas. A veces por sus sonrisas, comportamientos é actitudes ( no siempre agradable o correctas) .
Gracias por tu “blog” pues disfruto grandemente tus anécdotas.
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Gracias Lizzy, yo sé que eres una fiel seguidora de mi blog. Si quieres, puedes ayudarme a difundir el mensaje, compartiendolo con tus amigos. Gracias!
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