Hoy me enviaron un mensaje el cual no pude responder.  No porque no sepa la contestación, sino porque en ocasiones es difícil dejar saber que estás en desacuerdo con la persona y tampoco quieres dar la impresión de que estás imponiendo la tuya.  Y, mientras pensaba como contestar, vinieron a mi mente reflexiones y recuerdos que me llevaron a sentarme a escribir. 

En el trayecto de mi vida y participando activamente en LPA he conocido a muchas personas.  Algunos son padres de estatura promedio con hijos de baja estatura (enanismo).  Cada uno de ellos con reacciones y formas diferentes de enfrentar y manejar la situación de dar a luz a una criatura con una condición para la que muchas veces no están preparados.  El proceso de aceptación puede ser más difícil para unos que para otros y eso puede depender de muchos factores como el apoyo de la familia, los amigos, el conocimiento que tengan sobre la condición, los profesionales de la salud envueltos en el caso, etc.  Conozco casos que van desde haber recibido la noticia y asimilarla como si nada hubiese pasado, hasta casos en que algunos de los padres han caído en negación o depresión por un período de tiempo. 

De un tiempo para acá, desde que varias compañías farmacéuticas están realizando estudios para desarrollar un tratamiento que ayuda en el crecimiento para la Acondroplasia (un tipo de enanismo), hay padres esperando la aprobación de las agencias pertinentes para que salga al mercado el tratamiento, con el propósito de aplicárselo a sus hijos.  Y es aquí que me encuentro en la encrucijada… 

Todo padre quiere lo mejor para sus hijos y más aún cuando el niño tiene alguna condición física.  Entiendo el miedo que puedan sentir al enfrentarse a todo un mundo nuevo con la llegada de un hijo con enanismo.  Son muchas las preguntas y las dudas que tienen sobre cómo lograr que ese niño llegue a ser una persona independiente, exitoso y sobre todo feliz.  Piensan que por ser pequeño no podrán lograr lo que una persona de tamaño promedio logra, que quizás pase muchas dificultades en la vida y más que nada les preocupa como lidiar con la sociedad y enseñar al hijo a enfrentar la crueldad o ignorancia de las personas al ver una persona con nuestra condición. 

Cuando yo tenía 13 años, fui evaluada por enésima vez por una batería de médicos para identificar si había algún tratamiento que me ayudara a crecer.  Días antes de que nos dieran los resultados, mis padres se sentaron conmigo y me preguntaron si a mí me interesaba someterme a algún tratamiento, de haber alguno.  Mi contestación fue que no me interesaba porque yo me aceptaba y me sentía bien tal y como soy.  Hoy en día agradezco a mis padres por la oportunidad que me dieron de participar de tan importante decisión, porque a la postre soy yo la que tiene la condición, es mi cuerpo al que iban a cambiar.  Y no solo mi cuerpo, sino también mi vida, porque cambiaria drásticamente y sin vuelta atrás. 

Entonces, me pregunto…  ¿Debemos ver con buenos ojos ese tipo de tratamiento?  En mi opinión, no es necesario.  La razón para mi es sencilla, ¿Por qué debemos cambiar nosotros para cumplir con lo que la sociedad ha establecido como lo “normal”?  No quiero ofender a nadie, pero pienso que en algunos casos los padres optan por lo más fácil, un medicamento que resuelva su problema porque quizás ellos no tienen las fuerzas o el coraje para enfrentar la situación.  Estoy consciente de que este tipo de tratamiento tiene un límite de edad para que sea efectivo en el paciente, pero lo ideal para  sería que la persona con la condición al menos tuviera la oportunidad que tuve yo de participar en la decisión que se tome. 

En mi opinión sería mucho mejor si todos los esfuerzos de estos padres estuvieran dirigidos a educar a la sociedad sobre la aceptación, no discriminar y respetar a todos los seres humanos.  Desearía ver a todos esos padres cambiar todo su deseo de ver a sus hijos con una altura promedio, por una lucha para transformar mentes.