Hoy me levanté pensando en mi familia paterna, quienes se reunirán hoy y con quienes no podré compartir por estar fuera de mi isla.  Mi papá tenía 6 hermanos y entre todos tuvieron 19 hijos.

Cuando la mayoría de los primos éramos adolescentes nuestro tío mayor (Tío Guao) compró una finca que fue nuestro lugar de reunión en muchas Navidades y cumpleaños.  Nuestra tía mayor (Titi Yuya) disfrutaba de reunirnos a todos y en varias ocasiones nos reunía a todos los primos para pasar el fin de semana.  Las niñas dormíamos en la casa y los varones en casetas de campaña.  Pasábamos esos días corriendo por la finca, jugábamos al “Chico Paralizado”, “El Angel”, “Escondite”, “Jacks”, “Concentration”, y muchos otros…

Una tarde en la que estábamos corriendo por la finca sentimos la música de la guagüita de los mantecados.  De inmediato todos corrimos hasta el portón cerca de la carretera para esperar que pasara frente a nosotros y comprar el mantecado de nuestra predilección.  Mientras esperábamos a mi papá, que como les he dicho antes, es muy ingenioso, se le ocurrió la idea de hacernos una broma.  Se disfrazó con un gabán viejo, se puso un sombrero y tomó el machete.  Salió por la parte de atrás de la finca y caminó por la carretera hasta llegar a la entrada de la finca donde estábamos los niños y jóvenes.

Cuando ya estaba cerca comenzó a caminar doblado para que no le pudiéramos ver la cara y a la misma vez arrastraba el machete en la brea.  El ruido que producía el machete nos hizo percatarnos de su presencia y como podrán imaginar, el susto de no saber quien era esa persona y que intenciones tenia, nos puso en alerta.  De inmediato se escucharon los gritos despavoridos de las niñas y acto seguido, todos comenzamos a correr huyendo de aquel “loco” que a nuestro entender nos quería hacer daño.

La distancia que teníamos que correr era de aproximadamente 300 pies.  Para ese entonces yo tendría unos 12 años, pero la estatura de una niña de 5 años, por lo que aun el más pequeño de mis primos que tendría como 7 años era más alto que yo. Corríamos todos, y yo no miraba hacia atrás mientras continuaba escuchando el sonido del machete arrastrado en la brea.  En el balcón de la casa estaban los mayores esperándonos y riéndose al ver nuestra reacción.

Según me acercaba al balcón de la casa yo me sentía más aliviada, pero a la misma vez más ansiosa por llegar y cuando por fin lo logré me senté en la falda de la primera persona que encontré, Titi Baby.  Fue entonces que miré hacia atrás y me di cuenta de que…

¡El susto fue tan grande que aun siendo la de las piernas más cortas, llegue a la casa primero que todos mis primos!!!