Si me preguntan si ha sido mi vida diferente a la de una persona de tamaño promedio debido a mi estatura, mi respuesta es no.  Excepto por las adaptaciones que tengo que hacer día a día para muchas de mis tareas, he pasado por las mismas experiencias y situaciones que cualquier otra persona.

Mi niñez fue como la de cualquier otra niña, jugaba a ser la mamá de mis muñecas con el instinto maternal que traemos las mujeres.  Mi adolescencia fue también muy común a las chicas de esa edad.  Me enamoré en la escuela superior y asistí a todas las fiestas de mi clase.  Me preparé académicamente y tuve una vida profesional con muchas satisfacciones.  Ya en mi adultez me casé, pero más tarde me divorcié. Durante mi matrimonio tuve dos embarazos que lamentablemente perdí, pero luego tuve la gran bendición de convertirme en madre adoptiva.

Mi tía materna siempre estuvo muy presente durante mi niñez pues vivió con nosotros por un tiempo y cuidaba de mi como si fuera mi mamá.  Recuerdo cuando comencé mi noviazgo con el que luego fue mi esposo, en una conversación con mi tía, esta me preguntó muy preocupada: ¿Qué pasaría si nuestra relación no funcionaba?  A lo que yo le contesté que esa posibilidad la teníamos todos sin importar el tamaño.  Ella se quedó por unos segundos pensativa para luego contestarme que yo tenía razón.

Muchas veces las personas creen que los que tenemos la condición de enanismo y porque somos de baja estatura estamos exentos de los sentimientos negativos que existen en la vida.  Piensan que vivimos en un cuento de hadas donde todo es felicidad, y nada más lejos de la verdad, la vida es igual para todos.  Todos estamos expuestos a vivir las mismas experiencias y como cualquier otra persona nos toca enfrentar las situaciones que nos causen dolor o preocupación.

Mi divorcio fue una experiencia muy triste, pero sin duda la pérdida de mis embarazos lo fue aún más.  Fueron días muy difíciles, pero como las demás mujeres que atraviesan por la misma situación tuve que enfrentarlo, trabajar con todos los sentimientos negativos que sentí, sanar y superarlo.  No podemos quedarnos en un abismo de dolor porque entonces nos perderemos de muchas otras cosas hermosas que la vida también nos ofrece.

Conozco tanto la felicidad como el dolor, las alegrías y las tristezas, las ilusiones y las desilusiones, el amor y el desamor.  He vivido situaciones muy difíciles, pero he tenido muchas otras que han sido de extremada felicidad.  Como lo es el tener a mi hija. En una ocasión hablaba con ella de mis abortos y ella me preguntó si aún sufría por eso.  Mi contestación fue que: Aunque había sido una experiencia dolorosa y en aquel momento no comprendía por que sucedió, con el tiempo entendí que de no haber sido así, posiblemente me habría perdido la inmensa felicidad de tenerla a ella.

Tenemos la opción de ver el vaso medio lleno o medio vacío.  Es mejor verlo medio lleno. ¿Cómo tú lo ves?