En estos últimos días he reflexionado sobre lo que soy y como soy. Cada mes de octubre cuando las personas de pequeña estatura celebramos lo que somos y como somos, me sirve para profundizar sobre mi vida con la condición de enanismo. Hace varios meses encontré un pensamiento que hoy me sirve para intentar expresar algunas afirmaciones y sentimientos personales.
La crianza durante la niñez y adolescencia es clave para el desarrollo de los seres humanos. De lo que aprendemos y vivimos en esos primeros años, dependerá en gran manera como seamos luego como adultos. En mi caso, no recuerdo un momento especifico en el que mis padres me hablaran sobre como yo debía aceptar o mi visión de la vida porque yo no era de estatura promedio. Pero si recuerdo muchas acciones de ellos en las que me dejaban ver que no había nada malo en ser una persona de pequeña estatura. En cada paso que daba sentía su apoyo y en palabras inaudibles los escuchaba decir: “¡Sigue hacia adelante, que tú puedes!” o “No te enfoques en lo negativo que veas, oigas o sientas alrededor”.
Y no quiere esto decir que no surgieron momentos en mi vida en los que sentí que flaqueaba. ¡Claro que los tuve!, como cualquier otro ser humano. Ha habido momentos en los que me he preguntado ¿Cómo hubiese sido si…? Pero nunca he cuestionado ¿Por qué a mi o por qué yo? En una que otra ocasión me han preguntado si me hubiera gustado ser alta. ¿Saben qué? No! Pienso que si hubiera tenido una estatura promedio probablemente no hubiera tenido una vida tan feliz. Me hubiese perdido algunas situaciones que he tenido por ser pequeña y las que me han ayudado a definir mi carácter. Quizás hubiese tenido otros hijos, pero no la que tengo ahora y quien me llena de alegría. No tendría los amigos que tengo ahora y no tendría la pasión que tengo por educar sobre mi condición y por abogar por los derechos y el respeto que merecemos las personas con alguna discapacidad.
Cuando tenía aproximadamente 18 años visité una feria con unas amistades. Entre los espectáculos que presentaban estaban la pareja más pequeña del mundo. En aquella época yo no conocía a otras personas como yo, por lo que la sorpresa de saber que no era la única me llevó a entrar para verlos. De allí qué los encargados de la feria me hablaron para que me uniera a ellos. Me hicieron una oferta, que para una adolescente ingenua era de lo más tentadora. Imagínense, viajar por el mundo con ellos con estadías y comidas incluidas. Lo que yo no veía en ese momento eran las condiciones de trabajo que se dan en ese tipo de lugares. De regreso yo iba toda emocionada, pero al llegar a la casa de mis amigas la primera en abrirme los ojos fue la mamá de ellas y por supuesto luego mis padres. Con el pasar de los años y llegar a la madurez fueron varios los momentos en que me recriminé por haber considerado semejante oferta. Pero la vida también me enseñó que las cosas pasan con un propósito, que muchas veces no entendemos en el momento y con el pasar del tiempo aprendí a perdonarme por haber pensado que esa pudo haber sido una buena oportunidad para mí.
La educación, el amor y apoyo que recibí de mi familia y las experiencias positivas y negativas que he vivido, me han servido para aceptar mi realidad y vivir feliz. Quizás en el futuro pase por otras experiencias que marquen mi vida de diferente manera, pero creo que siempre volveré a lo que aprendí y lo que me ha servido para llegar a ser el ser humano que soy.
Les comparto el pensamiento que me llevo a esta reflexión:
Me acepto como soy y también como no soy, me agradezco el no querer ser como otros y me perdono las veces que no soporte ser yo.
Autor desconocido