Si bien es cierto que las personas de pequeña estatura enfrentamos muchos retos a diario, también es cierto que muchos de ellos llegan a ser hasta graciosos, o al menos podemos intentar verlos de esa forma. Hoy te invito a visualizar algunas anécdotas y si te gracia te doy permiso para reírte 😊
Salir a comer a un restaurante es delicioso, pero puede ser hasta frustrante. ¡Dependiendo el alto de la mesa y las sillas puedo sentir que me he encontrado de frente con el monte Everest! Por un momento piensa, cuando tú te sientas a comer la norma es que el plato te queda a la altura entre la cintura y el pecho. En mi caso si la silla es muy bajita en proporción a la mesa, comer puede llegar a ser incomodo, pues el plato de comida me puede quedar al nivel de la barbilla. Siento como si estuviera en uno de esos concursos en donde la gente debe de comer mucho en poco tiempo para ganar. Entonces debo subir mas de lo normal el brazo para servirme la comida del plato. Esto sin contar con que pueda estar en una mesa muy angosta y las personas a mi lado me queden muy cerca y les dé unos cuantos codazos.
Otro reto son los sorbetos (pitillos, popotes), por lo regular para tomar mis bebidas no lo puedo hacer dejando el vaso en la mesa, pues la punta del sorbeto queda casi al nivel de mi frente o hasta más (dependiendo el tamaño del vaso). Así que, para lograr beber cómodamente debo de bajar el vaso de la mesa y por lo general llevarlo al nivel de mi cintura, de esa forma puedo disfrutar a gusto de mi bebida. El peso del vaso también se convierte en otro reto, ya que si es de cristal pesado casi siempre lo tengo que sostener con ambas manos y no con una como suele hacer todo el mundo.
Algo que no me gusta en lo más mínimo es sentarme en un taburete “stool” de los que hay en los bares. Son tan altos que yo sola no me puedo sentar en ellos. Si estoy entre gente de confianza siempre habrá quien me ayude, de lo contrario no me siento cómoda permitiendo que un extraño me cargue para sentarme. Una silla regular también puede convertirse en un obstáculo de acuerdo a su peso. Cuando cualquier persona se sienta lo único que debe hacer para acomodarse es levantar un poco su cuerpo del asiento, poner el peso en sus piernas y con los brazos mover la silla. En mi caso no es posible pues mis pies no llegan al piso y eso no me permite ejecutar un movimiento que para cualquiera otro es muy simple.
Recientemente fui a examinarme la vista y fue otra odisea. Los equipos para las distintas pruebas que hacen, aunque estaban colocados en una mesa que se ajustaba la altura, no fue suficiente para mí. Me tuvieron que cambiar la silla varias veces y aun así tuve que hacer una de las pruebas sentada sobre mis rodillas, lo que no fue nada cómodo ni agradable por mis problemas óseos.
Las tareas domésticas también suelen ser retantes. Imagínense a mí con solo 43” de altura poniendo las sábanas de una cama tamaño “Queen”. Para hacerlo tengo que darle la vuelta a la cama mil veces. Bueno, estoy exagerando un poco, no son tantas, pero si varias. En ocasiones en que la cama ha estado muy cerca a la pared y no puedo pasar lo que hago es que me acuesto y me arrastro hasta la esquina que quiero acomodar, pero debo primero asegurarme de acomodar bien la sábana para que el peso de mi cuerpo no me impida halarla lo suficiente para colocarla. Créanme termino como si hubiera corrido un maratón.
Lavar la ropa va desde lo más simple hasta una ¡pesadilla! Si la lavadora tiene la puerta en la parte frontal no hay ningún problema, pero la cosa cambia drásticamente si tiene la puerta en la parte superior. Para echar la ropa en una lavadora de ese tipo solo es necesario tirarla adentro, nada complicado. Pero sacar la ropa es otra historia (una de misterio) tengo que subirme en un taburete, pero aun así no alcanzo hasta el fondo del tambor, por lo que tengo que doblar mi cuerpo a la altura de la cintura hacia dentro de la lavadora y quedando con los pies en el aire me debo de estirar lo más posible para llegar al fondo. ¡De milagro nunca he terminado cayendo dentro de la lavadora!
Todos enfrentamos retos diferentes a diario, está en nosotros buscarles las soluciones. El aceptarlos y verlos como una motivación para salir adelante nos ayuda en gran manera a disfrutar la vida y a no derribarnos por lo que no podemos cambiar.