Estoy haciendo la fila para pagar en una tienda. La señora frente a mi esta con la hija de unos 10 anos. La niña me ve y con la “mayor discreción” se ubica bien cerca de su mamá y le dice algo. De inmediato, la señora gira su cabeza hacia el lado donde tiene acceso hacia mí, pero no fue suficiente para verme, por lo que su ojo se mueve hacia el mismo lado y es entonces cuando logro ver como el iris de su ojo llega al máximo permitido por los nervios oculares, los cuales no le permiten continuar.
Una pareja de personas mayores está sentada tranquilamente. El señor se percata de mi presencia y creyendo no ser visto por mí, quizás porque llevo puestas mis gafas de sol, le da con el codo a la señora llamando su atención para que me vea.
Una joven madre que camina de frente hacia mí con su pequeño niño al que lleva agarrado de la mano. El nene me mira y no muestra ningún interés, pero su mamá quiere asegurarse de que el niño me haya visto. Es en ese momento que veo como la mamá le aprieta la mano al niño, haciéndolo reducir la velocidad que llevan y se dobla para decirle algo al oído. De inmediato, el niño detiene su mirada hacia mí. Siguen caminando y hablando.
Están dos mujeres hablando, cuando una de ellas me ve. Esta pierde la concentración de la conversación, abre los ojos y los mueve en dirección hacia mí. El tema que mantenían pierde el interés y ahora toda la concentración de ambas es hacia mí.
Al entrar en algún lugar pequeño y cerrado, como puede ser una oficina médica, es inmediata la reacción de las personas. Acostumbro a dar los buenos días o tardes sin mirar a nadie en particular, pero eso no me impide de sentir como todos los ojos caen sobre mí.
En varias ocasiones niños me han seguido, cuando por ejemplo estoy en una tienda. Al darme cuenta cambio mi ruta y voy pasando de un pasillo a otro esquivándolos hasta lograr deshacerme de ellos. En otras ocasiones me detengo y les indico que regresen con sus madres porque se van a perder.
Y que me dicen de las veces en que una persona le avisa a otra para que me miren, utilizando sus labios. Si, los labios, pero no para hablar, sino para apuntar con ellos hacia donde yo estoy.
No ha pasado un solo día en el que, al salir a la calle vea o sienta las miradas o gestos que las personas hacen al verme. Algunas veces me hago la desentendida y otras veces les dejo saber con la mirada que me di cuenta de lo ocurrido. Mi reacción dependerá del respeto que yo pueda percibir en ese momento. A veces me rio de las personas porque ellos creen que lo hacen disimuladamente, pero están muy lejos de lograrlo. Tristemente también hay ocasiones en las que las miradas o gestos vienen acompañadas de la burla o de pena y he aprendido a manejar y abordar cada situación de manera individual y diferente. En otras ocasiones me molesta. Si, me molesta porque también soy humana. Todos tenemos días buenos y otros no tan buenos, como les habrá sucedido a muchos de ustedes en alguna ocasión.
Estoy clara en que cada una de las miradas y gestos se debe a la curiosidad y la falta de información que tienen las personas sobre mi condición y ese sería el momento perfecto para educar a cada una de esas personas, pero lamentablemente no puedo aprovechar esas oportunidades porque, aunque usted no lo crea, pasaría el día entero hablando con la gente.
No siempre las experiencias se deben a las miradas, a veces también ocurren por no mirar. Una de las que más gracia me da fue en una ocasión en la que estaba de viaje y mientras caminábamos en una visita guiada, uno de los participantes se acercó a mí y sin mirar, me agarró de la mano provocando que tuviera que agilizar mi paso por dos segundos. Cuál fue su sorpresa cuando al bajar su vista se encontró conmigo y no con la persona que él creía.