En los últimos días se comenta en todos lados sobre la reacción que tuvo Bad Bunny con una fanática.  En caso de que no sepas lo sucedido te resumo el hecho.  Mientras caminaba en un área cercana al mar, una fanática se acercó para hacerse un “selfie” con él, pero su reacción no fue la esperada.  El artista le quitó el teléfono a la joven y lo lanzó en dirección al mar.

No voy a entrar a evaluar su comportamiento, ni las líricas de sus canciones, tampoco si es un buen cantante o no.  Lo que quiero es, simplemente darles mi reflexión sobre este suceso.

Lo primero que quiero compartir es mi opinión sobre la relación artista-fanáticos.  Las personas piensan que los artistas se deben a los fanáticos y que tienen y deben de estar siempre accesibles para ellos porque gracias a ellos obtienen la fama.  En mi opinión la persona que decide incursionar en el campo del arte, lo hace porque le gusta, lo disfruta o le apasiona. Claro que saben que la fama trae otras cosas, pero no quiere decir que todas sean de su agrado. Y los fanáticos apoyan su trabajo también porque les gusta y lo disfrutan.  Hasta aquí creo que todo va bastante nivelado y es lo que cada una de las partes quiere.

El asunto se puede convertir en un problema, cuando el fanático comienza a ver al artista como un ídolo y se olvida de que tan solo es un ser humano como usted y no está obligado a tolerar algunas conductas de la gente.  También está el hecho de que no necesariamente el artista sea una persona abierta para permitir que las personas crucen la línea, el que no siempre está del mismo ánimo, entre muchas otras cosas que como a cualquiera de nosotros nos puede suceder en determinado momento.  De igual forma, los fanáticos también aceptan del artista ciertas conductas que podrían no ser apropiadas.

Por otro lado, el fanático apoya al artista por su trabajo, pero eso no les da el derecho de exigir al artista alguna foto, autógrafo o saludo, en el momento y lugar que deseen, sin importar que les invadan su espacio y su tiempo.  Estas personas envueltas en esa idolatría no se detienen un momento a pensar en que el artista es un ser humano como otro cualquiera.

Y se preguntarán porque hablo de este caso en particular y que tiene que ver con el tema de mi “blog”.  Pues sencillo, como lo he expresado en otros de mis escritos, Como Estrella de Cine y lo repito…, sin ánimos de creerme una estrella, entiendo perfectamente lo que viven los artistas o personas que por alguna razón son famosos.  Las personas pueden llegar a ser reconocidas por su trabajo, cualquiera que este sea, por alguna labor social, por ser portavoces de alguna causa o porque son diferentes.  Lo que perdemos de perspectiva es que no todo el que es reconocido por algo en particular, busca esa relación tan “íntima” con personas desconocidas.

Te voy a poner un ejemplo.  Por un momento, piensa en alguna situación que te molestó y en la que reaccionaste de mala manera.  Luego imagina que eres esa persona a la que admiras y estás lidiando con esa situación negativa.  Ahora intenta entender si crees que podrías ante esa situación dejar tu problema a un lado para aceptar que alguien se te acerque sin pedir permiso a tomarte una foto.  Estoy segura de que la mayoría habrá logrado ver que es difícil.

Hoy en día, las personas piensan que el tener un teléfono con cámara les da todo el derecho de utilizarla sin autorización para tomar fotos de los demás.  En el caso de las personas que tenemos la condición de enanismo, cada vez que salimos a la calle es más y más común esta situación.  Cuando esto me sucede, la mayoría de las veces trato de ignorar o al menos no ser grosera, pero hay días y hay días.  Recientemente estaba en una tienda y me encuentro de frente con una joven adulta que estaba en una video llamada.  Al verme, le da la vuelta al teléfono y a la misma vez le comentó a su interlocutor lo bonitos que eran unos pantalones, el primer artículo que encontró a su lado, todo para simular que lo que realmente hacía era lograr que la otra persona me viera.  Hacía varios minutos de haber pasado otra situación parecida que dejé pasar, por lo que, en este punto, no aguanté.  Continué caminando hacia ella y al acercarme le dije a manera de confirmación y pregunta: “Que bonitos son verdad!?”  Ella, con cara de sorpresa, tratando de no delatarse, pero sin dejar su video llamada me contestó que sí con una risita que me molestó más aún.  Fue entonces cuando dejé de ser cortés para ripostarle con la misma risa burlona.  No dije nada más, pero como dice el refrán “Un gesto dice más que mil palabras”.

Créanme, este tipo de situaciones y reacciones me crean mucho conflicto, porque en la educación que recibí en mi casa y la que he tratado de seguir, no hay cabida para ser grosero con nadie.  Pero la vida se ha encargado de también mostrarme el otro lado de la moneda y me he dado cuenta de que a veces las personas obtienen las repuestas que se merecen y también que tengo derecho de vez en cuando a no ignorar y tolerar.

Entonces, ¿se vale o no se vale tener un momento de coraje cuando alguien se acerca o te invade tu espacio personal sin tu consentimiento?  ¿Saben qué?  Si se vale. Porque somos seres humanos, seamos artistas o no, seamos famosos o no, seamos diferentes o no.  Todos tenemos días buenos y otros no tan buenos, en los que las reacciones van a ser diferentes aún en situaciones similares. Porque todos merecemos respeto.  Porque todos tenemos derecho a la privacidad.  Porque tus derechos comienzan, donde terminan los míos.